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Apocalipsis 10:1
“Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una
nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies
como columna de fuego”.
La escena bajo consideración transcurre entra la sexta y la séptima trompeta y
constituye una paréntesis en la revelación. Asistiremos al toque de la séptima
trompeta recién cuando lleguemos a Apocalipsis 11:15.
El ángel desciende sobre una nube, su rostro es como el sol y sus pies son como
columna de fuego. La descripción podría hacer pensar que este que desciende es
Jesucristo, porque esa es una descripción que coincide con la que se hace
respecto del Señor en Apocalipsis 1:13-14.
Pero, tal identificación del ángel de Apocalipsis 10 con Cristo es un error por
cuatro razones.
En primer lugar, Cristo no aparece en la Escritura identificado con un
ángel y mucho menos en el Apocalipsis. Más allá de que algunos pasajes de
Génesis nos hablan del “angel de Jehová” que bien podemos identificar con
Jesucristo, ese no es el caso en el nuevo testamento y mucho menos en la
revelación.
Ni siquiera es bíblico ese intento de varios teólogos de demostrar que el
arcángel Miguel es Jesucristo. Según la Escritura, el propio arcángel Miguel no
se atrevió a proferir juicio de maldición contra Satanás, sino que pidió al
Señor que lo reprendiera (Judas 9). Si el Señor fuera el arcángel Miguel no se
entiende entonces como es que se pide a si mismo que reprenda a Satanás y
tampoco se entiende como es que no se atrevió a hacerlo si es que él era el
mismo Señor.
En segundo lugar, Cristo desciende en el capítulo 19, al final de la
tribulación. Mal podría ubicarse la segunda venida en este momento de la
revelación en el cual aún están pendientes el toque de la última trompeta y el
derrame de las siete copas de la ira.
En tercer lugar, los términos en los que está pronunciado el juramento
que hace el ángel en los versos 5 y 6 hace impensable que sea el Señor quien
está hablando.
En cuarto lugar, el texto dice que éste es “otro ángel” y eso sugiere que
es uno del mismo tipo, por ejemplo, que el ángel mencionado en Apocalipsis 5:2.
Allá, ese otro ángel fuerte, había dicho "¿Quién es digno de abrir el libro y
desatar sus sellos?".
Hemos visto cómo los ángeles son portadores de juicios y ejecutores de ira
divina, por lo que no nos debe extrañar la presencia de este ángel a esta altura
de la revelación. De hecho, los que han tocado hasta ahora las trompetas son
ángeles y los que derramarán las copas también serán ángeles.
Lo que la profecía describe aquí es una visión. Es decir, es algo que ve Juan y
que no verán los hombres que estarán en ese momento sometidos a intensa
tribulación. Esto es lo que estará sucediendo en la dimensión de Dios mientras
la tierra y los hombres transcurren entre la sexta y séptima trompeta.
Bien podemos encontrar en Génesis 9:13-15 una posible explicación al arco
iris que el ángel trae sobre su cabeza. Allí dijo Dios “Mi arco he puesto en las
nubes, el cual será por señal de pacto entre mí y la tierra. Y sucederá que
cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco sobre
las nubes. Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser
viviente de toda carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda
carne”.
La presencia de este arco iris a esta altura de la revelación en la cual los
juicios van aumentando en severidad y la tribulación se va haciendo más intensa,
viene a confirmar la vigencia de ese pacto de Génesis 9. También confirma la
permanencia de la misericordia divina a pesar de la ira que se está ejecutando.
No olvidemos que los juicios de la tribulación no están animados solo por la ira
divina, sino también por la misericordia, la cual estará disponible también en
este tiempo por medio de la fe en Cristo.
Este ángel trae consigo un libro y hace un anuncio. La solemnidad con la cual
desciende este ángel y el poder que denota su apariencia, son buenas razones
para prestar atención a lo que el ángel trae y a su mensaje.
Apocalipsis 10:2-4
“Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho
sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra; y clamó a gran voz, como ruge un
león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces. Cuando los siete
truenos hubieron emitido sus voces, yo iba a escribir; pero oí una voz del cielo
que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han dicho, y no las
escribas”
Hay quienes erróneamente dicen que este librito que el ángel tenía en su mano es
el mismo libro que aparece en Apocalipsis 5:1. Allá en aquel pasaje decía “Y vi
en la mano derecha del que estaba sentado en el trono, un libro escrito pro
dentro y por fuera, sellado con siete sellos”.
Es un error hacer identificar ambos libros como el mismo libro por varias
razones.
El libro que tiene el ángel en su mano es un “librito”, mientras que el de Apo
5:1 es un “libro”. Adicionalmente, el libro de Apo 5:1 está en la mano derecha
del que está sentado en el trono mientras que el librito está en mano del ángel.
Alguien podría preguntarse ¿por qué no pudo haber pasado de mano aquel libro de
Apo 5:1 y venir ahora a estar en mano del ángel? La respuesta es sencilla ...
ese libro de Apo 5:1 no podía pasar de mano por lo que dice Apo 5:3-4 “Y
ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el
libro, ni aún mirarlo (...) no se había hallado a ninguno digno de abrir el
libro, ni de leerlo, ni de mirarlo”. En este contexto, resulta imposible que ese
libro que estaba en mano de Dios y que solo podía ser visto y tomado por Cristo,
hubiera pasado a manos de un ángel.
Descartado que este libro sea el libro de los siete sellos, cabe entonces
preguntarse ¿qué es este libro? ¿qué contiene? Me gustaría poder aventurar
alguna teoría al respecto, pero desde el momento que no veo que la Palabra
autorice a hacerlo, debo concluir que no sabemos que es ese libro ni que
contiene. No hay un texto en el que nos podamos basar para responder estas
preguntas. Hay quienes se han aventurado a decir que este libro es el propio
Apocalipsis que nosotros conocemos y otros han dicho que es el libro que se le
ordenó sellar al profeta Daniel. Sin embargo, si bien parecen muy interesantes,
no me atrevo a acompañar ninguna de estas teorías porque no pasan de ser
especulaciones sin un claro fundamento bíblico.
Sin embargo, si bien no sabemos que es el libro ni que contiene, podemos
estudiarlo un poco viendo que cosa hace el ángel que lo porta. El analizar lo
que éste ángel hace o el juicio que ejecuta o el anuncio que pronuncia puede
servirnos para entender mejor ese libro desconocido.
En el verso 6 veremos que el ángel que porta el libro dice “Y juró por el que
vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en
él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en
él que el tiempo no sería más” Y en el 7 leemos “Sino que en los días de la voz
del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios
se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas”.
Analizaremos el contenido de estas declaraciones con más detención cuando
lleguemos a esos versos, pero por lo pronto consideremos que quizás ese ángel
está en condiciones de manifestar eso precisamente en virtud de que porta el
libro. Entonces sería el librito lo que estaría respaldando lo que el ángel dice
y ese librito vendría a ser como una especie de autorización o carta de
legitimación que porta el ángel para hacer esa declaración. Es decir, el ángel
bien podría estar respaldado por el contenido del librito para decir lo que dice
en los versos 6 y 7.
De esta forma, si bien seguimos sin saber que cosa es ese librito, al menos
sabemos que su contenido legitima al ángel en lo que éste hace o dice. Y es
precisamente lo que el ángel dice o hace lo que nos podría dar alguna pista para
entender mejor que cosa es ese librito.
La sucesión de los eventos
apocalípticos está bajo el control divino y es una señal de eso el hecho que el
ángel ponga su pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra.
La apertura de los sellos producirá la cantidad de muertos profetizada, ni uno
más y ni uno menos, y el sonar de las trompetas producirá el daño preestablecido
por Dios, ni más ni menos, pues El está bajo el absoluto control de lo que
sucederá en ese periodo.
Ni siquiera el anticristo con el absoluto dominio que tendrá sobre toda tribu,
lengua y nación podrá salirse del libreto divino ni ir más allá en su acción de
lo que marca la profecía.
Y eso es precisamente lo que representa la visión de este ángel que está parado
sobre la tierra y el mar al mismo tiempo. Ningún evento en el planeta estará
librado al azar ni a la voluntad del maligno, sino que todo estará sujeto a la
dirección divina mediante ángeles como éste que son ejecutores de la voluntad
del Señor.
El ángel hace sentir su voz con potencia, al punto que Juan nos dice que se
compara con el rugido de un león (Oseas 11:10, Joel 3:16). Eso, junto a lo
anterior, es una representación más de la autoridad con la que está investido
este ser. La voz de este ser celestial se sobrepone a todo lo demás, igual que
lo que sucede con el poder que ejerce y que proviene de Dios.
Lo que el ángel dice o clama es emitido por siete truenos, que bien pueden estar
en conexión con los que se mencionan en el Salmo 29. Lo importante a destacar
aquí es que Juan escucha y entiende lo que el ángel clama y que luego los
truenos emiten. Pero, si bien lo entiende, no lo escribe por prohibición del
propio ángel, por lo que mal puede decirse que se conoce lo que este ser dijo o
las palabras que estos siete truenos emitieron.
La cuestión se sencilla. El ángel emitió un mensaje. Los siete truenos fueron
portadores de lo que el ángel dijo. Juan entendió lo que los siete truenos
emitieron y se dispuso a contárnoslo en la revelación, pero se le prohibió el
hacer público el contenido del mensaje del ángel ... “yo iba a escribir; pero oí
una voz del cielo que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han dicho,
y no las escribas.”
¿Cuál es la razón por la cual lo expresado por los siete truenos está sellado?
Pues no lo sabemos.
Igual pregunta nos debería surgir ante textos como 2 Corintios 12:4 donde Pablo
nos cuenta que fue arrebatado hasta el tercer cielo y donde escuchó “palabras
inefables” que no le fue permitido revelar en la escritura ni al hombre bajo
ningún medio.
El profeta Daniel también recibió revelaciones proféticas y solo nos reveló lo
principal sin entrar en detalles.
En ninguno de estos casos se nos aclara cual es la razón por la cual se prohíbe
al receptor de la revelación que nos comunique la totalidad de la profecía.
La cuestión es las palabras emitidas por los siete truenos que no constan en el
texto y que no hay forma de saber cuales eran esas palabras por la sencilla
razón de que la revelación al respecto fue prohibida.
La voz de Dios generalmente es representada con truenos, tal como podemos verlo
en Ezequiel 3:12 y Juan 12:29. Por lo que aquí sencillamente lo que tenemos aquí
es a Dios hablando, Juan escuchando y entendiendo y a nosotros privados de saber
de que se trata esto, al menos hasta el fin de los tiempos.
Apocalipsis 10:5-6
“Y el ángel que vi en pie sobre el mar y sobre la tierra,
levantó su mano al cielo.
Y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las
cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las
cosas que están en él, que el tiempo no sería más.
Sino que en los días de la voz del séptimo ángel , cuando él comience a tocar la
trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los
profetas”.
El pasaje bajo análisis ofrece una gran variedad de aspectos que iremos
analizando uno a uno en este y en los próximos párrafos.
La escena en cuestión muestra como personaje principal al ángel que se nos había
descrito en Apocalipsis 10:1 y respecto al cual habíamos llegado a la conclusión
que NO es Jesucristo como algunos erróneamente sostienen.
Habíamos visto al analizar ese pasaje de 10:1 que si bien externamente el ángel
presenta características propias de la descripción que se hace de Cristo en
Apocalipsis 1, no reviste las más importantes y por tanto su identidad se reduce
a la de un ángel y no otra cosa u otro ser.
El ángel levanta su mano al cielo y con ello está haciendo dos cosas: a) está
dándole a lo que va a decir un entorno o contexto de solemnidad y b) está
respaldando lo que va a decir con autoridad divina y reconociendo que no habla
por sí sino por encargo del Señor.
Ya habíamos visto al avanzar en este estudio cuanta solemnidad rodea a la
ejecución de los juicios, solemnidad que debería causar el mayor de los terrores
sobre los hombres.
El ángel pronuncia un juramento que bien nos puede trasladar a Daniel 12:7
cuando un ángel allí también hace un juramento que es pronunciado en el periodo
de la tribulación. “Y oí al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas
del río, el cual alzó su diestra y su siniestra al cielo, y juró por el que vive
por los siglos, que será por tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo. Y cuando
se acabe la dispersión del poder del pueblo santo, todas estas cosas serán
cumplidas”.
El juramento del ángel registrado en Daniel 12:7 es pronunciado en respuesta a
una pregunta que Daniel hace en el versículo anterior “¿Cuándo será el fin de
estas maravillas?” o en otras palabras ... ¿cuanto durará la tribulación? Y la
conexión entre ambos juramentos (Daniel 12:7 y Apocalipsis 10:5-6), pues ambos
pasajes refieren al mismo periodo de tiempo y tienen que ver con el ultimo
tiempo.
No es momento de abundar en el significado de “tiempos, tiempo y la mitad de un
tiempo”, que es el periodo que abarca la segunda mitad de la tribulación y que
se corresponde con el periodo de mayor poder del diablo. De este mismo periodo
habla Apocalipsis 13 cuando dice que se le dará a la bestia autoridad para
actuar 42 meses (tiempos = 2 años, tiempo = 1 año y la mitad de un tiempo =
medio año).
El evento que identifica el fin de los tiempos según la profecía o juramento
pronunciado por el ángel es “Y cuando se acabe la dispersión del poder del
pueblo santo, todas estas cosas serán cumplidas”. Y esto sucederá durante la
tribulación, cuando por efecto de la persecución del pueblo de Israel
profetizada por Zacarías 13 y por Apocalipsis 12, los israelitas crean en el
Mesías y al fin de la tribulación sean instalados en su tierra para siempre.
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