“Si haces un procedimiento
siempre de la misma forma, y esperas un resultado diferente, eres un necio.”
Autor desconocido
A una serpiente
que se te viene encima no le das una palmadita y le dices “No, no”, con los
dedos haciendo la señal
negativa. A un ladrón que se mete a tu casa a robar no puedes tomar una vara y
amenazarlo para que se retire. Eso sería tratar de pacificar a alguien o a algo
que no puede pacificarse, ya que si lo intentas, pagarás un precio muy caro.
La pacificación. Advertencias y
más advertencias
El Tratado de Versalles se firmó para poner fin a una guerra que se llevó a cabo
para... supuestamente acabar con todas las guerras. Una de las provisiones de
este tratado incluía la creación de la Liga de las Naciones.
Esta institución se creó poco después de la firma del Tratado antes aludido,
alrededor de 1920. Pero aunque la idea era que esta institución o Liga de
Naciones funcionara como policía mundial, para algunas naciones no resultaba
conveniente tener policías husmeando en sus vecindarios. Muchos, después de su
creación, vieron la misión de la Liga (Promover la cooperación internacional y
lograr la paz y la seguridad internacional) como un problema, más que una
solución.
Algunos de estos “chicos
malos” comenzaron inmediatamente a probar la determinación de esta nueva
institución.
La pacificación no funcionó
antes, y ahora mucho menos
El Imperio japonés invadió a
Manchuria en 1931 y lo único que hizo la Liga fue enviar cartas de protesta al
emperador japonés. Los chicos malos del vecindario notaron que la liga era como
un policía sin armas y sin autoridad para detenerlos.
Unos años después, el italiano
Benito Mussolini, quién de seguro notó la tolerancia de la Liga de las Naciones
para con la agresión japonesa, invadió a Etiopía. La Liga, una vez más, envió
cartas de protesta a Mussolini, pero aunque hubo amenazas de sanciones, tampoco
hizo nada.
Los chicos malos continuaron
notando la ineficacia de las amenazas. Y en 1936, Adolfo Hitler marchó sus
tropas ocupando las Renanias y haciéndolas territorio alemán, violando así el
Tratado de Versalles. Como lo haría hoy (y lo hace cada vez que tiene la
oportunidad), en aquella oportunidad Francia se quejó pero no hizo nada.
La aparente invulnerabilidad
de Hitler lo hizo ver como un semidiós ante los ojos de su país. La pacificación
de la Liga de las Naciones había creado un monstruo y ya era tarde para
detenerlo.
El 11 de marzo de 1938 Hitler
anexó Austria al Tercer Reich y adivinen qué... ¡La Liga de las Naciones envió
cartas de protesta y no hizo nada! ¡Los franceses fueron los principales
promotores de las protestas, pero los principales opositores a que se tomaran
acciones concretas!
Para la Liga, el uso de la
fuerza era algo rudo, típico de gente brusca, incivilizada y tal vez procedente
de Texas.
La pacificación. La
pacificación. ¿No aprendemos de la historia?
Con nuevos bríos, el Fuhrer
convenció al Primer Ministro inglés de que entregara pacíficamente a
Sudetenlandia (una porción de Checoslovaquia). Hitler le dijo a su pueblo que
necesitaban más “espacio” los alemanes para vivir mejor.
Imaginen cómo creció Hitler
ante su gente. Imaginen cómo crece la audacia de los Mulás islámicos iraníes
cada vez que dicen un discurso a su país en el que se les llama “terroristas” a
las Naciones Unidas, a los europeos y a Estados Unidos por intentar evitar que
se hagan de armas nucleares.
Después de este nuevo éxito nazi, la audacia de los alemanes e italianos creció.
Nadie los podría controlar, excepto la única nación que se negó a cooperar
siquiera en el relajo llamado “Liga de las Naciones”. Aunque la Liga fue una
idea y creación del presidente norteamericano Woodrow Wilson (ganando el Premio
Novel de la Paz en 1919 por tal hazaña), el senado norteamericano se opuso a la
entrada del país a la Liga, alegando (la mayoría de los senadores demócratas en
esos días eran patriotas) que “convertirse en miembro significaría entregar
nuestra soberanía a manos internacionales...” Si EE.UU. no viene en auxilio
de los franceses e ingleses en aquellos tiempos, Paris hoy fuera un barrio
alemán.
Si la Liga de las Naciones
hubiera usado Cartas de protesta, primero, luego sanciones y finalmente ataques
preventivos, la Segunda Guerra Mundial se hubiera evitado. ¡¡Pero no!!
Pero lo más inverosímil es que
lo que hemos descrito aquí ocurrió de nuevo en los años 90, cuando las Naciones
Unidas le soportaron hasta nalgaditas a Sadam Husein, y gracias a los franceses,
entre otros, no se hizo nada.
“El Eje del Mal”. Frase
bushista digna de proverbializarse
Las naciones que componen este
Eje probaron, están probando y continuarán probando la resolución de las
Naciones Unidas hasta que las tácticas pacifistas les envíen un mensaje
inequívoco. “No importa lo que hagan, la guerra no es una opción”.
Primero Sadam invadió a Kuwait
y aunque las Naciones Unidas lo echaron afuera (gracias al liderazgo
norteamericano), muchos se negaron a que se depusiera del poder.
Los demás miembros del Eje del
Mal (Irán y Corea del Norte) observaron la determinación y la fibra
internacional. Yo a veces me pregunto, ¿Qué otros países hubiera invadido Sadam
si EE.UU. no lo hubiera echado de Kuwait y lo hubiera depuesto del poder?
Si hubiera sido por las
objeciones de los países a quienes EE.UU. liberó y salvó del exterminio Nazi
(especialmente Francia, Rusia y Alemania misma) no se le hubiera golpeado a
Sadam ni con un inofensivo pétalo.
Kim Jong de Norcorea y los
fanáticos musulmanes iraníes a la carga
Kim Jong-il puso al mundo al
borde de la catástrofe nuclear en 1994. Probando así la fibra internacional, y
en vez de destruir su programa nuclear y evitar que más cientos de millones de
norcoreanos murieran del hambre, el presidente demócrata Bill Clinton (según su
esposa “El presidente adúltero”) y las Naciones Unidas sobornaron (así es,
¡sobornaron!) a
Pyongyang para que no desarrollara armas nucleares.
Como todo un buen extorsionista,
Kim Jong-il aceptó el soborno y continuó desarrollando sus armamentos nucleares.
Ahora los fabrica, los prueba, los vende ante la mirada impotente de la Liga de
las Naciones, ejem, perdón, ante las Naciones Unidas.
“No rehúses corregir al muchacho,
porque si lo castigas con vara, no morirá.” Prov. 23:13
“El que no aplica el castigo odia a
su hijo;
el que lo ama, lo corrige a tiempo.” Prov. 13:24
Usando el principio bíblico
contenido en estos proverbios, uno nota que donde no hay consecuencias de
castigo, no se dan cambios de comportamientos radicales. Hasta Dios nos advierte
que si no nos arrepentimos y damos un giro de 180 grados a nuestros
comportamientos malignos terminaremos castigados en el infierno.
¡Por casi nueve años se ha
burlado Kim Jong-il de las cartas de advertencia y las protestas diplomáticas de
la Liga de las Naciones/Naciones Unidas (total, es la misma cosa). Jong-il
aprendió con rapidez que si fabricaba, vendía o disparaba sus misiles nucleares
(especialmente sobre Japón) los extorsionistas pacificadores europeos correrían
a ofrecerle todo tipo de exquisiteces para que “no sea malito”.
Pero Kim Jong-il solamente
tiene méritos qué ganar. Los fanáticos lunáticos rabiosos musulmanes iraníes
tienen muchos más qué ganar: Según sus tradicones y el Corán, lo que está en
juego es nada más y nada menos que el paraíso con 72 vírgenes confeccionadas – a
mano – por Alá, para todos aquellos buenos musulmanes que se inmolen asesinando
israelíes y cualquier otro tipo de puerco/mono (esos somos nosotros los
cristianos).
Irán, el tercer y distinguido
miembro del Eje del Mal tomó notas de las Cartas de Protesta de las Naciones
Unidas y se dijeron a sí mismos: “¿Por qué no?, a los norcoreanos le ha
resultado, enriquezcamos uranio, fabriquemos armas de exterminio infiel y Alá (y
por añadidura), las Naciones Unidas, nos recompensarán.”
¿Acaso no aprendemos de la
historia?
En 1998 Irán comenzó a
amenazar con que continuaría con el programa nuclear que los aviones israelíes
le habían enviado a Kumbuktú una década antes, recibiendo las consecuentes y
esperadas numerosas cartas de protesta de parte de la Liga de las Naciones
(junto a numerosos intentos de soborno auspiciados por la Unión Europea y Javier
Solana).
¿Acaso no es ya demasiado
tarde?
Si Irán no ha desarrollado ya
armas de destrucción masiva, por lo menos ha demostrado a la comunidad
internacional que se ha burlado en más ocasiones de las que sé contar de la
autoridad de las Naciones Unidas. Kim Jong-il, los Mulás iraníes y las técnicas
apaciguadoras de las Naciones Unidas nos llevarán a la siguiente guerra mundial.
¿Será ella la Guerra que
culminará en la Batalla de Armagedón?
¿Cómo se llaman los pedacitos
de papel de colores que se lanzan a los recién casados...? ¡Confeti! Por su gran
número, así parecen ya las “cartas de protesta” que la Liga de las Naciones ha
enviado a Kim Jong-il y a los representas de Alá en la tierra.
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